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San Juan minero
Parte importante de las políticas de las empresas mineras es
obtener lo que llaman “licencia social”. Con esto se refieren a que los pueblos
donde se instalan acepten y vean con buenos ojos a la actividad extractiva. Y
trabajan mucho para conseguirla. Junto a la “licencia social” se encuentra el
sello de “minería responsable” con el cual se etiqueta a todas las pequeñas
inversiones que hace la empresa en el desarrollo local no minero. Así, podemos
encontrar publicidades de Barrick cuya imagen no es una montaña devorada por
las voladuras sino un campo sembrado y una máquina agrícola trabajando.
Esto, a su vez, nos habla del rechazo existente de antemano
en las comunidades donde desembarcan.
Desde el año pasado que se venían echando culpas entre los
empresarios y los organismos gubernamentales por haber “comunicado mal” y
seguir sin obtener la licencia social de los ciudadanos sanjuaninos. Luego, con
la re reelección las empresas mineras abandonaron por un instante el bombardeo
publicitario, para dejar lugar a la campaña política. Pero una vez obtenido el
triunfo del mejor garante del saqueo, se desencadenó una campaña intensa y casi
agresiva de publicidad de la actividad minera. Sumándose ahora a la Barrick y
el gobierno, la empresa Xtrata Cooper que está operando en Calingasta. Ésta
plantea una nueva estrategia publicitaria donde la marca sólo aparece al final
y sin ninguna explicación sobre su actividad: utilizan muchos minutos de
televisión para mostrar cómo una abuela enseña a su nieta a hacer dulce de membrillo
(tarea tradicional en San Juan) en una paila de cobre. La abuela le enseña las
propiedades del cobre, y sin mucho más que la relación amorosa entre abuela y
nieta se termina la publicidad con el logo sutil de Xtrata. Nada de hablar de
minería responsable o de cuidado del medio ambiente. Se conforman con que el
público incorpore la necesidad del cobre en las tareas tradicionales, para así
poder justificar la explotación de la mina Pachón en Calingasta, pronta a
inaugurarse.
Sumado al bombardeo sistemático en los medios de
comunicación (llegando a ver 3 publicidades de la misma empresa en la misma
tanda) hay un trabajo educativo más fino, que apunta sobre todo a niños de la
escuela primaria –a los cuales buscan llegar a través de los docentes y la educación
formal, y de actividades dirigidas especialmente al público infantil- divulgando los beneficios de la actividad
minera, ligados al consumo como meta y a
Sarmiento como historia. Esto es resultado de una caracterización que hacen de
la idiosincrasia sanjuanina, como atada a la tradición de la tierra y la vid, a
la que siente opuesta al uso de los recursos que hace la actividad minera a
gran escala. No basta con tratar de remover los valores tradicionales
arraigados en los adultos, o comprar la simpatía de la rebeldía juvenil. Para
construir una nueva identidad, a la que podría llamarse “san juan minera”, es
necesario empezar desde más atrás, desde
los primeros momentos de la socialización. Se intenta así construir una nueva identidad
que asuma las afirmaciones de la ciencia que nos dicen que en un territorio con
80 % de montaña y menos del 20 % de tierras cultivables, es la actividad minera
la única posibilidad de desarrollo, y que ésta actividad satisface necesidades
básicas de los seres humanos (como televisión, teléfono y dvd) y sólo trae
beneficios a los territorios donde trabaja: insfraestructura, trabajo, bienes
de consumo. Además se la intenta naturalizar como actividad ligada
inherentemente al hombre, al historizarla diciendo que desde que el hombre
utilizó una piedra como herramienta estaba haciendo minería. Como si moler
montañas y utilizar las nacientes de agua para procesos químicos fuera lo mismo
que moler maíz en un mortero.
Los lineamientos más básicos del discurso construido para
legitimar la minería en la provincia son:
- - apelación a la geografía para determinar que en una provincia desértica cuya mayor parte del territorio es montaña, la actividad económica por excelencia no puede ser otra que la minera.
- - la apelación a la historia de la humanidad para enarbolar la minería como algo natural inherente al ser humano.
- - La apelación a la historia local y nacional, tomando las ideas y políticas del prócer sanjuanino DF Sarmiento, para reconstruir una historia propia y minera, abriéndose lugar en la tradición de la tierra y el agua en función del alimento.
- - La reiterada alusión y descripción de cientos de minerales que se utilizan en la vida diaria, escapando a la centralidad del oro y los metales valiosos -aunque no indispensables- que se extraen en los emprendimientos megamineros de la provincia.
- - La apelación a las ideas de progreso y desarrollo económico en el sentido de avance del hombre sobre la naturaleza y para ello la introducción de tecnología para la producción y para el consumo de bienes.
- - La apelación a la construcción de “sanjuaninidad” como capacidad de hacer y decidir autónomamente, por oposición a enemigos externos, porteños o mendocinos, que no quieren que San Juan progrese. Un chauvinismo defensivo pero muy agresivo a la vez.
- - La negación mentirosa de los riesgos ambientales, de la contaminación y de la historia de las empresas que nunca han remediado el lugar de donde se retiraron.
- - Etc…
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¿Fondos privados para la universidad
pública?
Las universidades nacionales son públicas y
gratuitas.
Públicas significa que están abiertas a
todo aquel/aquella que quiera ingresar, garantizando el Estado el presupuesto
necesario para su funcionamiento. Por ello también son gratuitas, es decir, que
no hay que pagar cuota alguna para poder cursar.
Sin embargo, sabemos que la privatización de
las universidades estatales viene avanzando hace rato.
Por un lado, hay muchos trámites que se
pagan, hasta hay algunas universidades que cobran la inscripción a materias.
También hay “servicios” pagos que brinda la universidad. O sea que la
universidad estatal genera recursos propios. Fue impulsada a esto por el ajuste
presupuestario que hace tiempo se sostiene por parte de los sucesivos gobiernos.
La universidad crece más que su presupuesto.
Por otro lado, hay empresas que tienen
interés en el conocimiento que se genera en las universidades públicas y por
eso financian investigaciones, donan fondos para infraestructura o desarrollo
de especialidades, hasta se arman sus propios enclaves dentro de los edificios
públicos de la universidad. Es el caso de laboratorios poderosos en las
facultades de medicina, o de empresas mineras en facultades de ingeniería o
ciencias exactas.
Las universidades nacionales no son
autárquicas pero si autónomas.
Es decir, no se autofinancian sino que es
el Estado quien debe garantizar los ingresos, pero gozan de autonomía en la
producción de conocimiento. El Estado debe financiar pero no puede intervenir
en el funcionamiento académico de la Universidad, sino que ésta debe producir
un conocimiento sin condicionamientos de ningún tipo, para poder acercarse a lo
que se valora como objetividad científica.
Sin embargo, sabemos que esto no es
completamente así, sino que la forma en que se asigna el presupuesto determina
la producción de la universidad, tanto la cantidad y la calidad de la
producción de conocimiento, como la orientación, las temáticas y los resultados.
Si el presupuesto se asigna de forma desigual y focalizada, se fortalecen
algunas cosas y se debilitan otras.
Si al ajuste estatal sumamos el
financiamiento privado, resulta que según las empresas inviertan en una u otra
carrera, en uno u otro tipo de investigación, se dará mayor importancia e
impulso a ciertos tipos de conocimientos mientras a otros se los dejará a su
suerte. Al mismo tiempo, la intervención de la financiación privada en las
investigaciones conduce a los resultados subjetivos que busca la empresa que
paga, relegando así la supuesta objetividad de la ciencia.
La UNSJ aceptó fondos de Minera La
Alumbrera
Sabemos que desde el desembarco de Barrick
en la provincia, esta empresa viene invirtiendo dinero (poco en relación a lo
que gana, pero dinero al fin) en diferentes aspectos que debería financiar el
Estado: campañas de educación vial, donación de computadoras a escuelas,
formación informática para docentes, capacitaciones en turismo, secaderos de
tomates, etc. En la universidad también pone plata, sobre todo en la facultad de
ingeniería. Como contraprestación a sus inversiones, la comunidad sanjuanina
debe avalar su actividad contaminante y saqueadora sin decir palabra, y la
Universidad le brinda profesionales e informes de impacto ambiental
alentadores.
Algo parecido sucede a nivel nacional con
la minera La Alumbrera, que explota oro y plata en Catamarca desde 1997. Por
ley, el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) ha emitido dos acuerdos por
los cuales se propone la distribución de las utilidades líquidas y realizadas
de los “Yacimientos Mineros Agua de Dionisio” –así se llama el ente- entre las
universidades nacionales. ¿Por qué una empresa aceptaría brindar estos fondos?
¿Para aportar a la educación pública y gratuita? Mmm… O tal vez para pagar servicios
prestados, para silenciar a la ciencia con respecto a la cantidad de denuncias
de contaminación que tiene sobre sus espaldas la empresa y sus representantes,
para que las universidades sean funcionales a su actividad extractiva y
saqueadora.
El año pasado, desde los pobladores de los
lugares afectados por la megaminería e integrantes de diferentes comunidades
universitarias, se logró instalar la discusión en distintas instancias de
cogobierno universitario sobre la aceptación de estos fondos. En muchas
universidades se aceptaron sin discusión, en algunas se rechazaron y en San
Juan se aceptaron con la salvedad de utilizar una parte de éstos a la
organización de un Foro de discusión sobre la actividad minera. Un Foro
organizado por representantes de los estamentos universitarios, sin
participación real de gremios universitarios, organizaciones sociales ni
ambientalistas de la provincia, que se realizará en el primer semestre de 2010.
Como no queremos que este Foro -organizado
unilateralmente por las autoridades de la universidad, quienes hasta hoy vienen
avalando la actividad minera extractiva, contaminante y saqueadora- cierre la
discusión e intente frenar las voces disidentes, convocamos a lxs estudiantes y
toda la comunidad universitaria a debatir.
¿Qué universidad queremos? ¿Qué tipo de
conocimiento queremos producir y para quiénes?
¿Qué modelo de desarrollo queremos para
nuestro pueblo? ¿Podemos llamar “progreso” a una actividad económica que no
produce bienes para el conjunto de la humanidad y que utiliza métodos extractivos
a gran escala que están dejando daños irreparables en la naturaleza que nos da
de comer? ¿Podemos avalar una actividad que requiere de un bombardeo mediático
de publicidad y de la censura a las voces disidentes en los medios locales? ¿Que
necesita comprar voluntades para seguir funcionando? ¿Que no emplea más que a
un 0,3% de la población local mientras genera ganancias empresarias millonarias
que no quedan en estas tierras?...
Y muchas preguntas más. Nos juntamos el 26
de febrero a las 18 hs. en el espacio verde de la Facultad de Sociales. Nos
esperamos.
Asamblea sanjuanina contra la contaminación
y el saqueo
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Investigadores independientes detectaron altos niveles de contaminación alrededor de mina de oro North Mara de Barrick (Tanzania)
Dar es Salaam
Expertos independientes confirmaron la presencia de altos niveles de sustancias químicas tóxicas en los alrededores de la mina de oro North Mara de Barrick Gold Corp en el Distrito Tarime, Región de Mara.
Un equipo de tres investigadores estableció que hay niveles significativamente altos de metales pesados tóxicos y cianuro en el entorno de la mina. Según los investigadores, los niveles de níquel en la zona se han incrementado 260 veces, los niveles de plomo subieron 168 veces, y los niveles de cromo también se han multiplicado por 14 en comparación con la última vez que se llevaron a cabo pruebas en la zona hace unos siete años.
Los investigadores fueron el DrMkabwaManoko, ManfredBitala y Charles Kweyunga, del Departmento de Botánica de la Universidad de Dar es Salaam.
En su informe presentado ayer en Dar es Salam dijeron que, ''Los diversos efectos en la salud asociados con la intoxicación de metales pesados incluyen una amplia gama de efectos cancerígenos en la piel, riñón, efectos teratogénicos, efectos mutagénicos, y daño cerebral''.
Afirmaron que los síntomas mostrados por algunos aldeanos que viven cerca de la mina concuerdan con la intoxicación por metales pesados.
Los investigadores declararon que los niveles de metales pesados y cianuro en las zonas aledañas a la mina de propiedad del gigante minero de Canadá Barrick Gold Corp son mucho más elevadas que las normas nacionales e internacionales.
Los investigadores encontraron altos niveles de contaminación en el suelo y en muestras de agua cerca de la mina.
''Algunas personas en la zona muestran diversos síntomas de enfermedad, tales como enfermedades de la piel que pueden estar vinculadas a contaminación por metales pesados. Sin embargo, es necesario un estudio más profundo para que esto sea confirmado'', dice parte del informe.
''En realidad, algunas condiciones (médicas) causadas por estos contaminantes no muestran síntomas inmediatos u observables. La falta de síntomas, por lo tanto, no significa ausencia de problemas de salud', agrega el informe.
Los investigadores recomendaron que se llevara a cabo una "auditoría ambiental intensiva" de la zona con la participación de científicos locales e internacionales, tanto de organismos gubernamentales como no gubernamentales.
Dijeron que, ''Ya que el nivel de metales pesados, de cianuro y la contaminación del suelo y el agua alrededor del proyecto minero de oro de North Mara son superiores a los niveles permisibles, planteando así una amenaza para la supervivencia de organismos (vida animal y vegetal), esta auditoría será para evaluar el impacto de cualquiera contaminación de este tipo en el ecosistema de la zona".
Advirtieron que las comunidades que viven alrededor de la mina se encuentran en peligro de verse expuestas a productos químicos peligrosos del río Tigithe y los suelos y vegetación circundantes.
''Si estos productos químicos llegan a ingresar al cuerpo humano a través de la ingestión de alimentos contaminados, agua potable, o el aire, sus problemas de salud se convertirán en la principal preocupación'', explicó Bitala, uno de los investigadores.
El informe de los investigadores también destaca algunos de los posibles efectos de la exposición a dichos metales pesados y productos químicos tóxicos como el cianuro, como ser cáncer, enfermedades del corazón, problemas genéticos, pérdida de la memoria, complicaciones respiratorias y en los órganos de reproducción.
Recuerda que los riesgos para la salud por la exposición a dicha contaminación puede persistir durante más de 2.000 años.
El estudio independiente, encargado por varios grupos religiosos con sede en Dar es Salaam, se llevó a cabo en Kwimanga, Kwinyunyi y las aldeas Nyabigena alrededor del río Tigithe en el Distrito Tarime, Región Mara.
Como parte del estudio, se recogieron y analizaron muestras de agua y sedimentos del suelo, para cuatro de los metales pesados - níquel, cadmio, plomo y cromo - mediante el uso del espectrómetro de absorción atómica (AAS), en tanto que el cianuro se analizó utilizando piridina y niveles de ácido.
Otro investigador, el Dr. Manoko, criticó un informe anterior elaborado por la adminisración de la mina North Mara en mayo de este año, que alegó que el agua en el río Tigithe era segura.
Dijo que no era posible llegar a esa conclusión sin analizar el nivel de cianuro y de metales pesados presentes en el agua.
El director del Centro Jurídico y de Derechos Humanos http://www.humanrights.or.tz/ (LHRC) en Dar es Salaam, Francisco Kiwanga, criticó del modo similar al Gobierno por no tomar medidas severas en contra de la administración de la mina de oro por contaminar el medio ambiente.
Kiwanga afirmó que, ''Hay una reticencia entre los altos funcionarios del Gobierno para actuar de inmediato, a pesar que las pruebas preliminares demuestran que la mina ha contaminado el medio ambiente".
La presión pública ha ido en aumento ante el Gobierno para que cierre las operaciones de la mina de oro de North Mara en espera de una investigación en curso por los informes de riesgos para la salud potencialmente mortales causados por la mina.
La Ministra de Medio Ambiente, BatildaBuriani, dijo a Thisday que las muestras recogidas por los aldeanos que informaban que ya se presentaban síntomas de contaminación se habían llevado para análisis a la Agencia del Laboratorio Químico gubernamental y a los centros de salud.
Buriani dijo que los resultados de los distintos análisis que se llevan a cabo saldrán dentro de unos días.
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¿Qué hacemos con el agua?
Las catátrofes climáticas que no son
exclusivas de nuestro país, pero que hoy se expresan en sequías e inundaciones,
son cada vez más frecuentes. Vemos como mientras en Córdoba racionan el agua
para el usuario común, en el noreste y el litoral ya están evacuando gente
inundada. En San Juan, desde el gobierno se dijo, como hace un mes, que
tendríamos buen abastecimiento de agua gracias a los diques de Ullum y
Caracoles. Sin embargo, hoy se habla de una baja del nivel de agua en Ullum
porque no alcanza el agua que viene de la Cordillera para abastecernos.
Mientras el agua escasea en unos lados, las lluvias arrasan con todo en otros.
Pero no es solamente un problema de lluvias.
Los ríos de Córdoba están secos porque no
sólo se alimentan de sus vertientes sino de ríos subterráneos provenientes de
las nacientes en la Cordillera. Estos ríos también están secos porque su caudal
está mermado gracias a la actividad minera a cielo abierto, que consume miles
de litros de agua por día además de contaminar los ríos, el aire y los suelos,
y eliminar progresivamente los glaciares (el gran reservorio de agua dulce en
nuestras tierras). A esto se suma la transformación agrícola que consiste en
ocupar todas las tierras con monocultivo de soja transgénica, el cual consume
el agua de las profundidades, y genera un efecto desertificador de los suelos,
además de contaminar todo con agrotóxicos, y eliminar los montes nativos,
importantísimos en el ciclo del agua de evaporación y lluvias.
En otros lados llueve en demasía y el agua
no puede ser contenida gracias también a la desaparición de bosques y montes,
por la tala indiscriminada y por los monocultivos. El agua, entonces, como
torrente, arrasa con todo, y se convierte en alud, como lo hizo en la provincia
de Salta hace muy poco.
Los modelos productivos que introducen la
biotecnología en el agro y la megaminería a cielo abierto en nuestra Cordillera
pueden dar buena rentabilidad empresaria, algunos puestos de trabajo y cierto
impulso a las economías locales en el corto plazo, pero se basan en un avance
indiscriminado y asesino sobre la Naturaleza, generando un desequilibrio
generalizado que nos lleva a la catástrofe. Con estos modelos extractivos no
hay futuro. Queda en nosotros luchar para pararlos y planificar economías que,
apoyadas en los ciclos naturales, avancen hacia el bienestar de toda la
humanidad. Es una tarea urgente que pone sobre el tapete las ideas de progreso
y desarrollo que están hoy en boca de todos los gobiernos. Su progreso es
destrucción, ni siquiera pan para hoy y hambre para mañana. Hoy ya es sequía,
inundaciones, contaminación y escasez de alimentos sanos y naturales. Mañana,
si no hacemos algo, será peor.
Te convocamos a debatir, reflexionar y
organizarnos---
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La naturaleza del capital
En este texto,
trataremos de abordar la problemática ambiental desde tres nudos problemáticos.
Uno, referido a
la relación del hombre con la Naturaleza: históricamente las sociedades humanas
han necesitado establecer una relación con la Naturaleza que les permitiera la
supervivencia, mediada culturalmente. Sin embargo, sólo las sociedades
capitalistas han establecido una relación que destruye el medio que necesita
para vivir. Tomaremos como ejemplo la explotación minera en la actualidad y la
producción agrícola intervenida por la ciencia y la tecnología.
Otro, derivado
del primero: en las sociedades occidentales y capitalistas se constituyó una subjetividad
que considera a la Naturaleza como algo brutal que requiere ser dominado por el
hombre. No sólo la Naturaleza que circunda al hombre tiene que estar a su
servicio, también se busca dominar la propia naturaleza del hombre, alterando
los ciclos vitales con fármacos e intervenciones estéticas, e imponiendo
barreras que impiden el contacto con lo natural: máquinas, ciudades de cemento,
“comodidades” artificiales de todo tipo, desprecio a comunidades ligadas a la
tierra, etc. Esta subjetividad es condición para poder sostener el sistema de
explotación actual.
Finalmente, la
lucha ambientalista. A lo largo de la historia y a través de los continentes se
han organizado grupos humanos que pusieron en evidencia el avance destructivo
de la humanidad y lucharon por la defensa del medio ambiente. Analizaremos
algunos aspectos del movimiento ambientalista en la actualidad de nuestro país,
a través de la experiencia directa en asambleas locales y en la Unión de
Asambleas Ciudadanas.
Antropología e historia
El hombre es
naturaleza y cultura. Eso es lo que lo distingue del resto de los animales. A
lo largo del tiempo y del espacio, la humanidad se ha relacionado con la
Naturaleza de distintas formas según la configuración cultural de las
sociedades que conforma.
Como somos seres
culturales tenemos la necesidad de imprimir significaciones a nuestros actos,
aún a los que pueden considerarse como “naturales”. Por ejemplo, los ciclos
vitales y la muerte son ciclos naturales, biológicos, y las sociedades humanas
les han dado distintas significaciones para poder afrontarlos, elaborando
explicaciones, creencias y mitos. En relación a estos ciclos naturales, que
involucran al propio cuerpo, se ha teorizado científicamente como elaborado
creencias y mitos que operan desde la sensibilidad o la fe. Las relaciones con
la Naturaleza en tanto medio ambiente se han modificado a lo largo de la
historia, y en este recorrido ha predominado finalmente una razón
científico-instrumental que asume a la Naturaleza al servicio de un sector[1]
de la humanidad.
En un principio
existía una enorme variabilidad de sociedades humanas, más grandes o más
pequeñas, más o menos estructuradas socialmente. No todas ellas tenían un
impulso a la expansión territorial pero muchas de ellas sí. No vamos a entrar
aquí en la discusión sobre si existe una necesariedad de expansión o no. Lo que
es cierto es que cuando las sociedades humanas comenzaron a manipular la
naturaleza, crecieron en número y en complejidad de organización. Desde los
homínidos que construyeron las primeras armas para facilitar el acceso a los
recursos de subsistencia hasta la sedentarización y la manipulación de las
especies vegetales como el trigo y el maíz, y la domesticación de animales,
hasta finalmente la producción de objetos y deseos impulsada por la idea de
vivir más cómodamente, en el sentido
de establecer más y más mediaciones entre nosotros y la Naturaleza (menos
expuestos a sus variaciones climáticas y a factores naturales que afecten la
producción de alimentos, controlando el caudal de los ríos, eliminando
cualquier impedimento, acortando distancias con comunicaciones inmediatas y
trenes de alta velocidad, monopolizando las máquinas tanto en la diversión y el
entretenimiento como en los procesos de producción material, etc.) En esta
apropiación de la Naturaleza para la subsistencia estuvo siempre involucrada
una organización política que implicó en casi todas las sociedades, la
acumulación de poder ya sea en un jefe, una casta, un estamento o una clase, lo
que supone a su vez, la acumulación de riquezas y el desigual acceso a éstas
del conjunto de las poblaciones, donde quienes producen la riqueza son
expropiados por una minoría que detenta el poder.
En muchas de las
sociedades no occidentales –hoy denominadas bajo un genérico pueblos originarios- las significaciones
atribuidas a los fenómenos naturales están imbricadas en un pensamiento místico
que involucra el respeto a los ciclos naturales y una visión del hombre como
parte de este Todo natural, y no como algo superior con poder de dominio
absoluto sobre su entorno. Sus dioses o fuerzas superiores están de hecho ligadas
a la naturaleza: el sol, la montaña, el río, la lluvia, la tierra, la
fertilidad, aquél animal o este otro, son cuidados y respetados, e
indispensables para concebir la vida.
Nuestra sociedad,
está regida por las relaciones capitalistas de producción y es producto de la
historia de la sociedad occidental[2].
Se dice que la cuna de las ideas que sostienen a nuestra sociedad fue la Grecia
antigua. Allí se produjo el traspaso de la creencia en los dioses que dominaban
el destino humano, a la Razón humana como capacidad suprema que nos aleja de la
naturaleza y de los mitos. Luego, durante la Edad Media, se retoma a los
griegos en su diferenciación entre cuerpo y alma, para erigir la supremacía de
un Dios (imaginado con rasgos humanos y no como sol, aire o tormenta) que ha
creado todo lo existente y cuya voluntad dependerá del comportamiento de sus
seguidores. El territorio europeo estaba organizado en feudos manejados por
señores feudales, y sus tierras eran trabajadas por siervos –campesinos
pertenecientes a cada señor feudal, que trabajaban la tierra para éste y para
su propia subsistencia. Los señores feudales eran a su vez guerreros que
competían por territorio. Los sacerdotes poseían el poder sobre la salvación de
las almas y la comunicación exclusiva con el Dios. Se comerciaba con Oriente,
atravesando territorios de otros imperios y navegando por mares, siempre
peligrosos para el comerciante aventurero. La interrupción de las
comunicaciones con Oriente, sumada a la crisis alimentaria del siglo XIV y a las
revueltas campesinas que marcaron el fin de la Edad Media, impulsó a los
europeos a la búsqueda de nuevos caminos de expansión, llegando de esta forma
al continente americano. La salida a la crisis fue la expansión territorial, el
sojuzgamiento de otros pueblos y la explotación de otras tierras, lo que
conllevó un cambio de paradigma social, político, económico y cultural.
La Modernidad
volvió a la Razón, quien desplazó del rol hegemónico al Dios, y puso su mirada
en el Hombre como hacedor de su destino. Los primeros pasos del conocimiento
científico fueron al combate contra las creencias y los mitos, levantando las
banderas de la observación de la naturaleza, la experimentación, la objetividad
y las leyes naturales. El hombre matematizó el mundo y de esta forma lo
construyó a su imagen y semejanza. El “descubrimiento” de leyes en la Naturaleza
permitió el avance de la técnica y así se intensificó y diversificó la
explotación de los “recursos naturales”.
Toda esta
actividad era sustentada por teorías con respecto a la humanidad y su
desarrollo. Se compuso la idea de progreso como autovaloración positiva y
diferenciante con respecto a aquellos que eran considerados como salvajes o
bárbaros. La humanidad es considerada como sinónimo de civilización y ésta como
hermana indisociable del progreso. Para estas teorías hay primitivos y bárbaros
que están en contra del progreso, o que no quieren progresar. Primitivos,
porque son menos humanos por ser menos civilizados, porque carecen de las
costumbres de la cultura occidental, porque se aferran al lazo con la Naturaleza
asumiendo así su/nuestra animalidad. Primitivos que tendrían que estar
dispuestos a desaparecer bajo la marcha arrolladora del progreso, quiéranlo o
no. Así, el evolucionismo social pone en una línea del tiempo a sociedades que
existían en la actualidad en diferentes partes del mundo. Las que eran sinónimo
del pasado sucumbirían a la civilización.
El progreso es,
por definición, indefinido. Para ser progreso no debe detenerse nunca y siempre
ir en crecimiento ascendente. Por eso encarna tan bien con la estrategia del
capital de obtención de cada vez mayor ganancia. Si una empresa no crece, se
estanca y el estancamiento es el primer paso hacia la quiebra. Lo mismo un
país, un comercio, etc. La ley de la ganancia es así: si no se crece, se muere.
Por ello, según cálculos de costos y beneficios, la actividad capitalista de
producción comienza en un territorio específico (o un nicho de mercado) y luego
necesita expandirse a otros territorios (o mercados). Si el costo de la
expansión es mayor a las expectativas, previamente lo primero que hace es
intensificar la extracción de valor en el mismo territorio (es decir, exprimir
el suelo, explotar a los trabajadores para bajar los costos de producción,
innovar tecnológicamente, inventar nuevos nichos, etc.). Finalmente, siempre
deberá expandirse, ya sea diversificándose internamente como saliendo hacia
nuevos exteriores. Por eso el progreso es una marcha arrolladora, no puede
detenerse ante nada, y menos aún ante lo que considera vestigios del pasado[3].
El desarrollo
industrial al que se llamó “revolución” marcó una notoria transformación en los
procesos de producción desplegando una industria de las necesidades humanas. No
sólo para satisfacer las necesidades crecientes de poblaciones en aumento
demográfico, sino creando otras necesidades secundarias o terciarias con
respecto a las consideradas básicas. El capital, primero dividió el mundo en
productores de materias primas y nuevos mercados, y productores de mercancías y
viejos mercados. Luego intensificó la producción en sus respectivos territorios
nacionales. Finalmente saltó las fronteras, se diversificó y se hizo un fugaz
buscador de oportunidades.
Desarrollo capitalista de la producción
Los minerales y
los metales jugaron un rol importante en el desarrollo de nuestra sociedad. El
arado, las armas, las máquinas fueron motores de grandes transformaciones. Sin
el carbón y el hierro no hubiera sido posible la “revolución industrial”. El
carbón como principal fuente de energía para mover las nuevas máquinas de
hierro. Con el correr del tiempo, las fuentes de energía se diversificaron y se
hizo fundamental la energía eléctrica y el petróleo.
La energía
eléctrica puede lograrse hidráulicamente (construyendo diques que contengan
grandes volúmenes de agua, lo que altera no sólo espacios geográficos y
poblaciones, también ciclos naturales de evaporación y lluvias, así como los
tendidos eléctricos generan campos magnéticos dañinos para la salud humana y
animal), nuclearmente (mediante reactores nucleares alimentados por sustancias
radioactivas como el uranio), solarmente (por medio de paneles cuya fabricación,
se sospecha, es a veces más contaminante que su uso) o eólicamente (por medio
de molinos de viento –esta es la forma más sana para el medio ambiente, pero la
menos utilizada).
El petróleo es un
producto no renovable extraído de capas fósiles de la tierra; su extracción
siempre es contaminante, así como su refinado y transformación en naftas y
gasolinas, su utilización como combustible y sus gases tóxicos.
La mayoría de
las fuentes de energía que utilizamos son contaminantes, producen defasajes en
los ciclos naturales, y/o se agotan, no son infinitas. Si bien produjeron
avances en el bienestar de la humanidad (más o menos desigualmente), al
proyectarse a cada vez mayor escala se han vuelto insostenibles. El consumo de
energía aumenta geométricamente pero no es que simplemente acompaña el aumento
poblacional sino que cada vez se crean más y nuevas necesidades (algunas superfluas,
muchas dañinas no sólo para el ambiente o para la salud sino para la propia
subjetividad humana, otras provenientes del desarrollo tecnológico de la
megaindustria, etc.) que requieren de más y más energía. A su vez, la energía
que se produce no se reparte favoreciendo las necesidades primarias de las
poblaciones sino las necesidades de ganancia de las empresas. Por eso no es
raro que, por ejemplo, los sanjuaninos suframos cortes de energía eléctrica,
cuando se acaba de inaugurar un dique que produce energía y que venía a
favorecer el autoabastecimiento de energía en la provincia. El
autoabastecimiento no es para la población sino para la industria vedette del momento: la megaminería.
Tiempo atrás, los
metales como insumos de la producción eran extraídos en minas de túneles, a
fuerza de pico y pala, en condiciones infrahumanas de trabajo. El oro y la
plata fueron metales preciosos en muchas sociedades. En nuestra sociedad, el
oro fue tomado como el primer “equivalente general”, por su capacidad de mantener
su materia intacta frente a agentes corrosivos de todo tipo. Antes, buena parte
de la explotación era del oro en veta, es decir, que se excavaba, se encontraba
una veta y se extraía material de esa veta utilizando el agua y el trabajo
humano para separarlo de la piedra sin valor. El trabajo era intensivo sobre un
mismo lugar hasta que se acababa y había que pasar a otro. Actualmente, se
encuentran muy pocos yacimientos de oro en veta, sólo queda el metal que está
diseminado por toda una montaña. Para poder extraerlo tienen que realizar un
trabajo extensivo: extenderse sobre una gran superficie, explotar montañas
enteras. Y como el mineral no está concentrado en un solo lugar en grandes
cantidades sino que está en todos lados en pequeñas cantidades, el trabajo de
separación de la roca podría ser interminable si se hiciera de forma manual,
por lo que se utilizan diferentes métodos de lixiviación con sustancias tóxicas
que requieren de enormes cantidades de agua. Los métodos actuales permiten
mayor rapidez y mayores volúmenes de metales extraídos. Muchos de los
megaemprendimientos de minería metalífera a cielo abierto se encuentran a
grandes alturas y requieren una megainfraestructura para sostenerse (desde las
máquinas involucradas en el proceso hasta amplias redes de calefacción que
impidan el congelamiento de las aguas, los combustibles, las maquinarias,
etc.). Esta megainfraestructura insume enormes cantidades de energía. Por eso
los megaemprendimientos mineros necesitan de líneas eléctricas propias e
incalculables cantidades de agua. Poniendo por caso la primera mina de este
tipo en nuestro país, Minera Alumbrera, consumió en 2003, 764,44 GW, cuando el
consumo de la población entera de la provincia de Catamarca fue de 450,16 GW,
lo que implica que la megaempresa consumió un 170% del total del consumo de la
provincia donde está enclavada[4].
Lo que nos lleva a pensar en la tan difundida “crisis energética” y a preguntarnos
¿crisis para quién? Con estos datos es evidente que se puede generar mucha
energía, el conflicto radica en para qué y para quiénes. Por otro lado, la
megaminería funciona agrediendo al medio ambiente de variadas formas: elimina
montañas y glaciares con su flora y su fauna incluídas, mediante explosiones;
el polvillo de estas explosiones se asienta en los glaciares produciendo que
los rayos del sol caigan más directamente sobre la superficie oscura,
derritiéndolos a velocidad (no olvidar que los glaciares son la gran fuente de
agua dulce que alimenta no sólo los ríos cordilleranos sino las cuencas de los
ríos de las sierras y pampas); las maquinarias utilizadas emanan enormes
cantidades de gases tóxicos derivados de naftas y combustibles; el agua es
mezclada con cianuro para separar el oro de la roca; los residuos tóxicos de
este proceso son vertidos en “diques de cola” que nunca dejan de tener
filtraciones y roturas; se conoce que también se vuelcan residuos en otros
lugares alejados del emplazamiento del proyecto; la gran cantidad de camiones
que transitan hacia el lugar con materias primas, maquinarias y combustibles
generan accidentes y modifican la vida de las poblaciones… Y podríamos seguir
enumerando.
Pero la
industria minera no es lo único que ha progresado en el sentido de una
explotación intensiva y extensiva al mismo tiempo, utilizando recurso s no
renovables en búsqueda de la ganancia, hasta que se acaben. Algo similar sucede
en el campo.
La producción agrícola
siempre fue primordial y a lo largo de la historia se han producido ciertos
“saltos” técnicos que permitieron un mayor volumen de producción y el trabajo
de tierras no completamente fértiles o aptas para el cultivo. Cuando no
alcanzaban las tierras para producir lo necesario para la población (sin
olvidar que siempre fue inequitativamente distribuido) se tomaban nuevas tierras,
tal vez menos productivas, y era necesario “inventar” nuevas estrategias para
seguir creciendo.
En la década de 1970,
de la mano del INTA, llegaron al país los productos de la agroindustria:
maquinarias, fertilizantes, herbicidas, etc. Estos elementos fueron promovidos
entre los productores por este ente estatal y trajeron duras consecuencias: la
expulsión de mano de obra del campo a la ciudad y la contaminación química de
suelos, aires y agua, con la consiguiente transformación de los ecosistemas. Al
no haber nuevas tierras que explotar se hizo usufructo intensivo de las
tierras, y la intervención de la ciencia y la tecnología permitió evadir los
ciclos naturales de descanso y recomposición de las tierras cultivables. A
nivel mundial, las empresas de agroquímicos compraron a las empresas de
semillas, y se lanzaron a la carrera de la innovación biológica: produjeron
semillas de laboratorio que soportan todo el pool de químicos fertilizantes y herbicidas, quedando al resguardo
de la mermada fertilidad de los suelos, de las plagas y otras inclemencias[5]
naturales. La nueva tecnología genera mayor productividad y acorrala hasta a
los productores más pequeños que pierden “competitividad” y tienen que innovar para sobrevivir (máxima de la
ley de la ganancia capitalista). Se extiende así, indefinidamente, el monocultivo que atenta directamente
contra la diversidad mínima que sostiene a los ecosistemas.
De esta forma, se
impone un paradigma antropocéntrico cada vez más radicalizado: el hombre se
asume como ser autosuficiente, que ya no depende de la Naturaleza para vivir
sino que utiliza su conocimiento científico para “quitarse de encima” todo límite natural. Sin embargo, los
monocultivos transgénicos (en nuestro país especialmente de soja y maíz) están
generando un trastocamiento generalizado que siempre termina en catástrofe: los
cultivos intensivos anuncian prontamente tierras desgastadas e inutilizables,
napas de agua secas, sequías extendidas, desertificación, monte nativo arrasado
sobre el que las lluvias intensas se transforman en aludes, eliminación de la
tan necesaria biodiversidad, etc. Además de las transformaciones alimenticias
que redundarán sobre la conformación genética de animales y humanos; y de la
expropiación forzada por parte de los empresarios de las parcelas de pequeños
campesinos, chacareros y puesteros, que están siendo expulsados en la actualidad
por la extensión de los sojeros.
Eliminando al
pequeño campesino, pasando por encima de su tierra o rodeándolo y rociándolo
con veneno; y suplantando con maquinaria la mano de obra para la siembra, la
limpieza y la cosecha, queda mucha fuerza de trabajo desocupada y disponible,
que emigra buscando subsistencia y se aglomera en las ciudades.
La precarización
y pauperización de la fuerza de trabajo es resultado pero también condición de
estos procesos. Para que una población acepte estos modos de producción, estos
emprendimientos extractivos y saqueadores, tiene que creer que el progreso que le venden en los discursos desarrollistas
los empresarios, los funcionarios y los políticos, le deparará un futuro mejor
que su presente pobre y precario. Sin embargo, la extensión acelerada de estos
modos de explotación que prometieron bienestar y riqueza para todos ya está
empezando a mostrar que el derrame hacia abajo es muy limitado. Se comienza a
perder la ilusión de que el avance del capitalismo es para el bienestar de
todos, se vuelve a hacer la experiencia de la promesa que nunca llega y de que
sólo ganan los que más tienen. A su vez, la idea de daño irreparable resultado del desarrollo productivo capitalista,
nos empuja a asumir la defensa de la Naturaleza como algo más definitorio en la
defensa de la propia subsistencia. No sólo no vivimos mejor sino que están
destruyendo nuestras fuentes de vida.
Sintetizando, el
sistema capitalista funciona sin importarle la destrucción de la Naturaleza y
el agotamiento de los recursos porque no está guiado por las necesidades de las
poblaciones sino por la sed de ganancia. El mercado capitalista es anárquico
porque su única ley es la que dicta a cada capitalista que debe ganar cada vez
más sin importarle cómo. No hay planificación conjunta de la producción para el
beneficio de los pueblos sino apropiación de la riqueza social por una clase
explotadora y parásita. La explotación de la Naturaleza va de la mano de la
explotación del hombre por el hombre. Mientras siga reinando la desigualdad,
seguiremos avanzando en la destrucción del medio ambiente, porque es imposible
que una clase movida por la sed de ganancia individual pueda pensar en el
futuro de la humanidad. Sólo podremos establecer una relación armónica con la
Naturaleza cuando la producción sea planificada comunitariamente, de acuerdo a
las necesidades vitales de las mayorías. Este camino de sacarnos de encima el
yugo del capital no es sólo material, objetivo, no es sólo tomar el poder de la
producción, eliminar la propiedad privada, evaluar las necesidades y repartir
el producto equitativamente. Es también subjetivo, asumiendo la constitución de
la humanidad como parte de la Naturaleza, respetando la dignidad de otras
especies y los ciclos vitales, transformando el inmediatismo y el consumo
ilimitado en pensamiento a futuro y satisfacción de las necesidades comunes,
estableciendo prioridades colectivamente, planificando también el crecimiento
poblacional lo que implica a su vez la reconfiguración de la idea de familia
(cuestionando el mandato divino de “creced y multiplicáos”), desterrando la
concepción de que existe una guerra entre lo cultural y lo natural, poniendo las
capacidades humanas, el conocimiento y la creatividad en función armónica con el
conjunto de la vida.
Luchas en defensa del medio ambiente
Ya hemos hablado
en otra parte sobre las luchas ambientales en Argentina y en la provincia de
San Juan, así como sobre los alcances y límites de éstas. (ver Capitalismo, ecología y lucha ambiental,
en: Debatimos. Progreso y lucha ambiental, Aguasombra ediciones, San
Juan, septiembre de 2009). Nos interesa aquí profundizar en el análisis de las
dinámicas asamblearias y del espacio de coordinación a nivel nacional de las
luchas ambientales en la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC).
Las formas
asamblearias de organización, como sabemos, no son exclusivas del movimiento
ambientalista. Los/as trabajadores/as y el pueblo en general se han organizado
de esta forma en múltiples ocasiones en la historia, en el país y en el mundo. En
la historia de la sociedad occidental tenemos como primera referencia las
asambleas griegas sobre las que se fundaba la democracia. Si bien allí no
participaban los esclavos ni las mujeres (considerados seres inferiores) eran
espacios de debate para la toma de decisiones sobre el destino de Atenas.
También en la Edad Media podemos sospechar (si bien no afirmar) la organización
de este tipo entre los campesinos que se rebelaban contra lo señores. Lo mismo,
ya en la Modernidad, en los movimientos de masas como la Comuna de París en
1871 o la Revolución Rusa de 1917. Sin duda, los soviets rusos tienen algo de
asamblea, lo mismo que los consejos obreros que se organizaron después, contra
el estalinismo, en países de la órbita soviética. Esta forma de organización no
es, entonces, exclusiva de los movimientos sociales actuales, y no se compuso
siempre de la misma manera.
Cuando hablamos
de “asamblea” nos referimos a una forma de organizarse de las masas para
decidir y actuar sobre un problema común. En la asamblea se establecen
relaciones cara a cara y las voces deben ser escuchadas, ya sea que venga de un
referente de una organización o un conjunto de personas como de un individuo
que da su opinión. Es decir, la asamblea no es una mesa de diálogo entre
dirigentes sino un espacio horizontal
de debate de ideas y toma de decisiones para la acción. La democracia directa que funciona en las asambleas se distingue de la
democracia representativa por cuanto quienes participan no delegan su poder de
decisión en otros que vendrían a ser sus representantes. Todos están implicados
en las decisiones y acciones que se realizan. Obviamente, no todas las voces
van a tener el mismo peso e incidencia en las decisiones. Eso sería negar las
relaciones de poder que componen un espacio asambleario. Como es una forma de
organización que se constituye en movimientos masivos de trabajadores o
habitantes de un territorio, en defensa de derechos o para incidir en la
superestructura política, en las asambleas van a intervenir todas o casi todas
las corrientes ideológicas que están en juego en ese tiempo histórico. Por eso
otra de sus características es la pluralidad
o multiplicidad. En los soviets rusos participaban trabajadores, militantes
del partido bolchevique, anarquistas, etc., que disputaban sus líneas políticas
en el debate interno. Pero sus decisiones y su poder de acción superaron a las
líneas políticas parciales, por eso Lenin tuvo que decir “¡Todo el poder a los
soviets!”. Cuando Lenin pensaba que todavía no estaban maduras las condiciones
para la revolución, los soviets fueron más
allá, fueron el factor dinámico de la revolución, y lo fueron justamente
por ser multiplicidad y no la parcialidad de un partido o tendencia
política. Luego, las tendencias burocratizantes de la revolución transformarían
a los soviets en apéndices del partido, perdiendo su poder de llevar más allá la propia revolución. Podríamos
decir entonces, que las formas asamblearias tienen la capacidad de ir más allá de las reglas establecidas, de romper las
leyes e instalar nuevas legitimidades (lo que no quiere decir que esto haya
sucedido siempre).
La experiencia
más reciente y cercana que tenemos de “asambleas” son las asambleas que
surgieron posteriormente al estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001 en
nuestro país. Allí participaron vecinos de los barrios de las ciudades que no
se identificaban como trabajadores, comerciantes o amas de casa sino simplemente
como vecinos o ciudadanos. Una de las primeras reivindicaciones de estos vecinos fue el desafío al artículo 22 de
la Constitución Nacional, aquel que dice que “el pueblo no delibera ni gobierna
sino a través de sus representantes”. Los primeros encuentros fueron en el
lugar de los cacerolazos: en las esquinas, en el medio de la calle. Se estaba
violando otro artículo de la Constitución, el que garantiza la libre
circulación. La argumentación de estos ciudadanos
para violar las leyes era que “si los políticos no las cumplen, nosotros
tampoco”. En el mismo sentido fueron otras acciones como escarches, cortes de
calle con quema de basura, quema de boletas de impuestos, ocupación de espacios
públicos y privados, etc. La legitimidad de las acciones estaba dada por la
masividad y la aceptación de los reclamos. Sin embargo, el rechazo a la
política de los políticos, hacía que no se asumiera la propia acción como
política sino como ciudadana, aunque
la ciudadanía se jugaba de otra manera que en los tiempos de normalidad: el ciudadano ya no era aquel
votante pasivo que esperaba a que termine el mandato de su representante para
castigar o premiar sino un ciudadano activo que quería intervenir en las
decisiones de su país y de hecho había tirado a una sucesión de presidentes,
empezando por De la Rúa. La debilidad de esta intervención era que
–mayoritariamente- no se tomaba como algo permanente de aquí en más sino que la
situación se planteaba como anormal:
cuando todo volviera a la normalidad cada uno podría regresar a su casa, a su
actividad, dejando en manos del buen funcionamiento de la democracia el destino
del país.
Sin embargo, un
sector reducido de asambleístas entendió que era necesario intervenir
permanentemente en la política. De este sector, algunos se sumaron a partidos
de izquierda, otros a movimientos piqueteros, u organizaron comedores, y
algunos quedaron funcionando como asamblea vecinal, pero mermada numéricamente.
Se dedican a actividades barriales, comienzan a articularse en un movimiento
autónomo, leen teoría, se forman, se asumen como organización.
Si una asamblea
de masas mermada por el reflujo de la movilización, no se asume como
organización, reconociendo su historia de lucha, desaparece como tal, o sus
acciones son inocuas. Cuando las masas se retiran sólo quedan operando esas
vanguardias que tienen que profundizar en organización y crecimiento político
para estar mejor preparadas para el próximo movimiento. El error de querer
seguir siendo la asamblea de un principio lleva al lamento “porque somos pocos”
y a la inacción “porque ya probamos de todo y la gente sigue mirando para otro
lado”. En cambio, asumirse como organización permite la formación política y el
trazado de planes de acción estratégicos, si bien la asamblea está tan pegada
al movimiento de la sociedad que tiende a latir al compás de ésta. La
experiencia asamblearia nos ha mostrado que la asamblea luego del reflujo,
cuando queda como vanguardia, es la más pegada a las masas. Lo positivo de esto
es que sigue teniendo legitimidad entre la población que alguna vez participó
pero que ahora se ocupa de sus quehaceres, lo que le da la posibilidad de
masificarse en una nueva explosión social. Lo negativo es que su labor política
oscila de acuerdo al calor del movimiento, se debilita demasiado cuando no
obtiene apoyo del conjunto, y sus militantes, al no asumirse como vanguardia,
no se ven en perspectiva histórica, como parte de una construcción más amplia,
lo que hace que se desmoralicen con facilidad.
El movimiento
que surge del rechazo a emprendimientos contaminantes que buscan instalarse en
el propio territorio, también se organiza asambleariamente. Tomemos como
emergentes visibles y fundantes al pueblo de Gualeguaychú, en Entre Ríos,
contra la planta de celulosa, y al de Esquel, Chubut, contra la mina de oro. La
diferencia con el movimiento asambleario post 2001 es que estas irrupciones no
surgen a partir de un colapso institucional que llama a la intervención
política a los ciudadanos, en su
conjunto, sino que son reacción a situaciones locales y que en un principio
aparecen como puntuales: la pastera o la mina de oro amenazan puntualmente a
esta población en su integridad ecológica. Primariamente, el problema se asume
doblemente como parcial: se defiende el medio ambiente, y específicamente, el
medio ambiente de mi localidad.
Luego, en el aprendizaje de la lucha y en la búsqueda de información y
formación respecto al problema, la visión se va ampliando. Lo que era un
problema de mi localidad pasa a ser
la aplicación local de un modelo productivo que se impone a nivel nacional, y
lo que era un problema ambiental comienza a ser la cara destructiva de la
naturaleza de un sistema de explotación mundial. Claro que no todos los
procesos de lucha llegaron a estas conclusiones, pero hay muchas muestras de que
se está abriendo ese camino.
En las experiencias
de asambleas en defensa del medio ambiente que conocemos se vuelve a ver el
rechazo a la política del que hablábamos respecto a las asambleas post 2001.
Hay intervenciones muy claras que buscan despegar de toda acción política: “acá
no venimos a hacer política, venimos a defender la cordillera, el agua, los
glaciares”, etc. Esto permite la convivencia dentro del espacio asambleario de
variadas ideologías políticas que quedan encubiertas, desde anarquistas hasta
reformistas burgueses. Personas de tradición en los partidos burgueses
institucionales como el radical y el justicialista también son parte de estos
procesos, a pesar de que sus dirigentes participen activamente en el intento de
desarticulación de los movimientos. Pasar a la discusión política implicaría
entonces partir la asamblea, por lo que se prioriza el objetivo común que es
luchar contra el emprendimiento extractivo contaminante. Claro que a la larga esta
situación resulta insostenible, en tanto las acciones de la asamblea se
enfrentan directamente con los intereses de la clase política que sostiene la
ideología burguesa.
La
heterogeneidad ideológica que convive en las asambleas ambientales se homogeniza
bajo el paraguas de la ciudadanía. “Somos ciudadanos en defensa de nuestro
derecho a la vida” o nuestro derecho a protestar. La ciudadanía también
oscurece las diferencias de clase, de género y generacionales. La ciudadanía
conduce la lucha hacia el terreno de lo legal. La defensa de los derechos exige
a las leyes que los defiendan. Por eso muchas asambleas comenzaron por pedir
que se legisle en defensa del medio ambiente (ley de bosques, ley de glaciares)
y/o entablaron demandas judiciales contra los emprendimientos o contra alguna
de sus actividades (contra la pastera Botnia en la Corte Internacional de La
Haya, contra minera La Alumbrera en los tribunales tucumanos, etc). Sin
embargo, la experiencia legal nunca ha dado frutos positivos. Las leyes fueron
vetadas o nunca puestas en práctica y los juicios a las empresas nunca han
conseguido la paralización de las actividades contaminantes. Los resultados
positivos siempre han sido consecuencia de la movilización y la acción directa,
de los cortes de ruta sostenidos y la organización de las comunidades.
Otro elemento
ligado a la negación de la política es el escaso interés en la formación
política, haciendo hincapié solamente en la formación técnica, y la creencia en
que el problema pasa por una cuestión de información. Se considera que la asamblea
debe ocuparse de conseguir información técnica sobre los emprendimientos
extractivos y difundirla entre la población, y que de esta forma la gente
entenderá y se sumará a la lucha. Por eso la importancia que se atribuye a los
medios masivos de comunicación. Se piensa que si vienen las cámaras y los
micrófonos se acorta el camino para llegar al conjunto de la población, y si
ésta se entera nos brindará su apoyo. Se saltea así el trabajo cara a cara de
discusión política sobre las causas y las consecuencias de la implementación de
estos modelos productivos.
Lo mismo sucede
con algunas acciones llevadas a cabo por las asambleas, como interrupciones de
desfiles, escarches, pintadas y otras intervenciones espectaculares pero muy
puntuales y sin efectos duraderos en el tiempo, que buscan generar un impacto
en la población y una adhesión espontánea, pero que no se plantean un trabajo a
nivel de la conciencia, a largo plazo, que es el único que lleva hacia la
movilización de las masas. Sin embargo, esto no es generalizable ya que son
conocidos los casos de trabajos muy extendidos y profundos de difusión y
concientización, como lo hicieron los activistas de Gualeguaychú en las
escuelas y hacia el conjunto de la población.
El desarrollo de
las asambleas ambientales ha tenido por supuesto sus características propias
según el territorio, el planteamiento del conflicto y los componentes
poblacionales. En San Juan ha sucedido que los espacios de tipo asambleario se
llenaron de gente en picos de movilización y luego se fueron deshilvanando ante
la evidencia de que no se ha logrado echar a la minera de la provincia, ni
generar un polo de resistencia que obtenga resultados visibles en este sentido,
a pesar de que la mayoría de la población sanjuanina sabe[6]
que la megaminería a cielo abierto contamina. Sobre este saber no se ha podido trabajar de tal forma de conseguir el rechazo
explícito de cuerpo presente. Otra vez, con el reflujo de la movilización se da
el achicamiento de la asamblea. Este achicamiento posibilita una profundización
en las discusiones ideológicas: de ser un espacio en la plaza central, abierto
a todo aquél que quiera sumarse, pasa a ser un grupo de personas que discuten
en una casa sobre acciones a seguir, posicionamientos y coyunturas. Si bien
siguen existiendo las diferencias ideológicas éstas se hacen evidentes y se
hacen explícitos los acuerdos y desacuerdos. El objetivo común sigue impidiendo
la división pero llega un momento en que se comienzan a sacar conclusiones de
la experiencia y a tomar definiciones.
Cuando la
asamblea pasa de la masividad a ser vanguardia comienza a funcionar más como
una organización que como una asamblea, pero al no asumirse como tal se
enfrenta a cantidad de trabas que no permiten su desarrollo. Quiere ser abierta
pero se define como anticapitalista, lo que deja a una buena parte de los reformistas
burgueses afuera. Está tomando definiciones políticas pero no lo hace
orgánicamente, en espacios explicitados para ese objetivo, sino que las van
imprimiendo aquella o esta persona según haya leído, pensado o intervenido
individualmente, según su voz sea más o menos escuchada. Se pierde entonces la
transparencia de la horizontalidad tras la luz del personalismo. Comienzan a
circular materiales de formación política pero de forma desigual e informal, no
todos leen lo mismo ni se discute colectivamente en espacios acordados para
ello. Al no asumirse como organización, estas prácticas de politización quedan
en la informalidad, dejando liberado el camino para que tomen las riendas las personalidades
fuertes y los liderazgos informales. Aunque se siga hablando de horizontalidad
y democracia directa, la asamblea se transforma en un grupo de amigos con
afinidad ideológica, donde unos confían en los que más saben o más experiencia
tienen, y hacen, hacen y hacen intervenciones puntuales de pura agitación.
Asumirse como
organización no implica renegar de la forma asamblearia. Por el contrario, una
organización asamblearia que pueda pensarse a sí misma puede hacer más
aceitados, eficientes y democráticos los mecanismos de toma de decisiones,
puede generar una horizontalidad real y no espontánea a través de la formación
igualitaria y la explicitación de posiciones y críticas, puede neutralizar los
personalismos y los liderazgos informales, puede evaluar sus acciones, hacer
balance y trazar perspectivas, fortaleciendo de esta manera su
funcionamiento y sus intervenciones.
Creemos que por
este camino van las discusiones que comienzan a plantearse en la Unión de
Asambleas Ciudadanas (UAC). Este espacio de encuentro de asambleas y
organizaciones que luchan contra la contaminación y el saqueo de la naturaleza,
se ha planteado desde sus inicios –hace más de 3 años- como un espacio
asambleario, horizontal y de coordinación, que toma las decisiones por consenso
y que no está por encima de las organizaciones sino que sirve de articulador
entre éstas. Se reúne cada tres o cuatro meses en distintos puntos del país,
donde haya una asamblea u organización ambiental luchando y que organice el
encuentro. Las discusiones se hacen en comisiones y en plenarios generales, se
atraviesan los temas que son objetivos comunes de las luchas (megaminería,
cultivos transgénicos, contaminación urbana, defensa del agua, marcos legales,
etc.) y se deciden acciones en común o coordinadas, además de generarse
espacios de formación y de difusión. Lo primero que se hace es ponerse al tanto
de las novedades en cada lugar o de los lugares nuevos que se incorporan, y se
avanza sobre las causas, las consecuencias y las tácticas a seguir. Cada vez
más la discusión está llegando al meollo del asunto, que es que las luchas no
son particulares sino que son respuesta a un modelo global de explotación de
los bienes comunes que está en
relación a la explotación del hombre por el hombre. Que no hay lucha
prioritaria en defensa del ambiente sino que todas son importantes pues son en
defensa de las fuentes de vida como el agua y la tierra. En este sentido, se ha
avanzado en la elaboración conceptual desde una perspectiva ideológica: llamar
“bienes comunes” a lo que las empresas y los gobiernos llaman “recursos
naturales” es no sólo un giro teórico sino un posicionamiento político. Lo
mismo declarar el derecho al agua limpia como derecho humano básico. La propia
lucha ha requerido de la creación de nuevos conceptos lo que vislumbra el
nacimiento un nuevo paradigma en la relación del hombre con la naturaleza y de
los hombres entre sí.
En el último
encuentro de la UAC se planteó la discusión sobre si este espacio era un
“encuentro” o una “organización”. No se dio masivamente sino que fue planteada
desde el grupo de personas que viene trabajando desde el principio y que siente
que no se avanza hacia ningún lado. Y se planteó como una dicotomía. Si fuera
un encuentro no sería más que eso: encontrarse cada tanto tiempo, coordinar
acciones y listo. Si fuera una organización iría avanzando, tomando
definiciones y estableciendo límites (por ejemplo, impidiendo la participación
de ong´s reformistas o procapitalistas). Sin embargo, esta dicotomía puede no
ser tal. De hecho, la UAC viene tomando decisiones ideológicas y políticas (es cada
vez más anticapitalista por más de que no se diga en estos términos y es claramente
anti kirchnerista aunque sea sólo por el hecho evidente de que la presidenta
impulsa y festeja los proyectos destructivos y contaminantes) y se ha
pronunciado en contra de ciertas organizaciones y ong´s. Pero al no asumirse
como tal, todo esto no es claro para el conjunto y ciertas discusiones generan
confusión y desconcierto. Por eso la discusión planteada de encuentro versus organización no pudo darse
completamente en el plenario final de la última UAC, porque no se plantearon
explícitamente los intereses que estaban detrás de este debate. Lo mismo que en
las asambleas locales, las relaciones de confianza que se tejen entre los
participantes de la UAC ocultan las diferencias políticas e impiden que se
desarrollen las discusiones, y existe un temor a planteamientos más explícitos
que tengan como consecuencia el alejamiento de grupos o la clausura del espacio.
Mientras tanto se sigue haciendo mucho contra los emprendimientos extractivos
contaminantes y la coordinación ha podido desarrollar lazos de solidaridad en
los momentos más necesarios como en la última represión al pueblo de Andalgalá
(Catamarca) que cortaba la ruta contra el emprendimiento minero Agua Rica. La
experiencia de enfrentamiento directo con las empresas y el Estado está poco a
poco radicalizando las ideas de los y las asambleístas.
Por otro lado,
en las discusiones de la UAC participan no sólo asambleas ciudadanas en defensa
del medio ambiente sino activistas en otras circunstancias: personas que han
optado por abandonar sus vidas urbanas instalándose en lugares más naturales,
en familia o en comunidades, llevando adelante un modo de vida ligado a la
Naturaleza, a la alimentación y la medicina natural, educando a sus hijos con
concepciones acordes a su nuevo modo de vida. Estas personas, familias y
colectivos, si bien optaron individualmente por un cambio de vida (lo que
implica muchas veces tener un sustento económico asegurado más allá de la
naturaleza), al participar de la UAC están buscando una integración política y
están transmitiendo una serie de valores que comienzan a intervenir en las
vidas de los ciudadanos comunes que
defienden su entorno natural pero que hasta ahora no se habían preguntado por
sus hábitos de producción y consumo. Cada vez más, las discusiones que parten
de la lucha contra este o aquel emprendimiento extractivo contaminante se
dirigen hacia las propias prácticas cotidianas de contaminación y consumo
capitalista, lo que abre la puerta para el desarrollo de un cambio cultural que
nos permita agujerear la subjetividad capitalista actual.
Palabras finales
Hemos
desarrollado hasta aquí una mirada sobre el desarrollo de la sociedad
occidental capitalista que avanza sobre la Naturaleza de forma devastadora.
También hemos analizado algunos aspectos de las luchas actuales en nuestro país
contra los emprendimientos extractivos contaminantes que son parte de un modelo
de desarrollo productivo en la etapa actual del capitalismo. Si estos
movimientos pueden ser masivos es porque el sistema de explotación está
profundizándose de tal manera que los daños a la Naturaleza y las comunidades
no son sólo visibles sino que se imponen ante nosotros. Ya no se trata de
defender este o aquel entorno natural, sino de defender la propia existencia de
la humanidad sobre el planeta. Ya no se trata solamente de la explotación de
los trabajadores en sus lugares de trabajo sino de la desaparición de toda
fuente de vida. Si la explotación capitalista se hace cada vez más evidente
para el conjunto de las poblaciones, el fin del capitalismo se hace cada vez más
indispensable para la vida.
[1] Actualmente y en términos marxistas, en el sistema capitalista, nos
referimos al dominio de una clase (la burguesa) sobre otra (el
proletariado).
[2] Occidental
no en un sentido geográfico sino cultural y político. La expansión del
capitalismo a nivel imperial y global impuso la cultura occidental hasta en el
Oriente geográfico del mundo.
[3] Estas ideas sobre el progreso de la
humanidad y la civilización es lo que se enseña en las escuelas desde el
comienzo de la educación pública, en nuestras sociedades. Son muchas generaciones
en las que se vienen arraigando estas concepciones, por eso la transformación
cultural que requiere el cambio histórico en las formas de producción y
explotación de los “recursos naturales”, es muy profunda. Por otro lado,
resulta notorio que en los últimos tiempos, la educación pública ha incorporado
contenidos sobre cuidado del medio ambiente en todos los niveles, lo que
redunda en una visible conciencia ambiental en los jóvenes y niños de hoy. Si
bien estos contenidos muchas veces son poco profundos y débiles, brindan una
base informativa que los hace sujetos sensibles a la problemática.
[4] Dato
extraído del artículo “Minería transnaconal, conflictos socioterritoriales y
nuevas dinámicas expropiatorias. El caso de Minera Alumbrera”, de Horacio
Machado Aráoz. En el libro Minería transnacional, narrativas de desarrollo y
resistencias sociales, M. Svampa y M.A. Antonelli ed., Ed. Biblos, Bs. As.,
2009.
[5] Cabe
destacar esta palabra, inclemencia,
que aquí se nos ha “colado” para utilizarla como sustantivo que denomina un
comportamiento de la naturaleza: queremos decir que la naturaleza no tiene clemencia con los cultivos
humanos. De esta forma no sólo le asignamos humanidad a la naturaleza sino que
la hacemos cargo de un tipo de comportamiento –no tener clemencia- que en clave
humana es considerado por como una actitud negativa. Es curioso, pero no es
raro encontrar alusiones de este tipo en los medios de comunicación y en las
conversaciones cotidianas, lo que nos habla de una internalización de una forma
de asumir la naturaleza como enemigo. Esta operación se realiza en dos pasos:
primero se humaniza lo natural, luego se le atribuyen rasgos humanos negativos,
que van contra la humanidad.,
transformándolos en no humano o sub humano, y por lo tanto enemigo la humanidad.
En este mismo sentido podemos comentar las publicidades de un químico, el “Rund
up”, llamado popularmente “matayuyo”, en donde se utilizan imágenes de guerra y
alusiones permanentes a ésta. Es que la utilización de herbicidas es planteada
como una guerra contra las plagas de la naturaleza…
[6] Tal vez no
lo sepa fehacientemente con argumentaciones y datos, pero al menos lo intuye o
lo cree.
.
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